14 de marzo de 2012

El ocaso del Periodismo (I)


Hace ya demasiado tiempo, que el oficio de periodista está de capa caída. Parece como si la figura del periodista estuviera cada vez más ligada y cada vez más cercana al mundo del espectáculo que al de la noticia y la información. Antiguamente, hace veinte o treinta años, cuando una persona decía que era periodista, lo decía con la boca bien grande y bien alto para que todo el mundo lo escuchara, orgulloso de pertenecer a este ramo. Además era considerado por el resto de la sociedad como un afortunado, como un intelectual. El periodista, (igual que el maestro, el cura y ¿el alcalde?), sabía leer y escribir, motivo por el que mucha gente le pedía que les escribiera cartas para enviar a sus familiares que se encontraban lejos y que les leyera las respuestas de las mismas.

El periodista conocía los hechos noticiosos antes que la mayoría de ciudadanos del pueblo, los recolectaba, los amasaba y  los servía en forma de noticia. También se le presuponía un talento para interpretar, analizar y entender lo que había sucedido, lo que estaba sucediendo y lo que podía suceder, gracias a su formación académica y a la información de la que disponía.
Los periodistas eran contadores de historias y algunos hasta eran aventureros, cogían su libreta y se marchaban en busca de noticias e historias que contar. Preguntaban, analizaban y luego transcribían lo que habían visto, vivido o les habían contado, de una forma sencilla y simple, para que todo el mundo lo pudiera entender y asimilar. 
En los tiempos que corren todo, o casi todo, el mundo sabe leer y escribir. Internet facilita el acceso a la información minutos después de que algo suceda, independientemente de lo lejos que esto haya sucedido. Hoy cuando dices que eres periodista o que te estás preparando para serlo, rápidamente te colocan al lado de Belén Esteban y el resto de frikis de moda de los shows televisivos como ¡Sálvame!, La Noria o basuras del estilo o te sitúan en un campo de fútbol retransmitiendo un partido, como si fuera lo único que puede hacer en nuestros días un periodista. Es más, el mundo del periodismo parece haberse convertido en un escaparate mediático donde informar de lo que sucede en el mundo ha pasado a un segundo o tercer plano y donde el único fin aparente y lo único que parece importar es ganar dinero, salir por televisión bien peinado, bien vestido y codearse con la alta sociedad, ya sea del ámbito del espectáculo, los negocios o los deportes. Pues les informo de que eso no es periodismo, a pesar de que hay más de uno no lo intente hacer creer.

Es curioso que en la era de la información, el periodismo esté en crisis y que estén cerrando tantos medios de comunicación y redacciones y estén echando a tantos y tantos periodistas a la calle. Aunque creo que lo que necesitamos en este momento es una gran reflexión y un gran ejercicio de autocrítica. Si nos detenemos a pensar fríamente porqué sucede esto, uno puede llegar a la conclusión que es normal que se haya llegado a esta situación. El periodista se ha transformado con el paso de los años, en un mero transmisor de datos facilitados por las instituciones o por las agencias de noticias.
¿Qué sentido tiene enviar a un profesional a una rueda de prensa, en las que a veces no se admiten ni preguntas, para explicar que ha dicho un político? ¿Qué sentido tiene colocar a alguien delante de una cámara o de un micro para leer el parte de un accidente que ha redactado el gabinete de prensa de la policía o de una empresa? Por esto el periodismo está en crisis, porque cualquiera con algo de buena presencia, carisma y un poco de (enchufe) suerte, puede ponerse delante de una cámara o un micro para leer un papel o traducir un teletipo de una agencia de noticias.

Las redacciones de los periódicos, radios y televisiones están hoy prácticamente vacías o cerradas, porque últimamente estaban llenas de gente sentada delante de un ordenador leyendo teletipos, mails o webs de noticias y hablando de una ola de frío sin sentirlo, escribiendo acerca de lo que sucedía a miles de kilómetros con la misma frialdad que lo haría una máquina, que lo único que hace es un cóctel de información utilizando la receta de la pirámide invertida. Bajo mi punto de vista, las redacciones deberían de estar desérticas durante gran parte del día y a última hora, los periodistas que deberían llevar todo el día en la calle recolectando información y buscando la noticia, regresarían a las redacciones con los frutos de un duro pero provechoso día de trabajo, aunque como siempre pasa en estos casos el poder del dinero gana a la honestidad y buen hacer del oficio. Para cerrar este artículo me gustaría compartir las palabras con las que Gabriel García Márquez definió en una ocasión como se debería vivir y sentir el oficio de periodista "ve, vívelo, regresa y cuéntalo".

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