Me acordé de la plaza Tharir de Egipto, de la Revolución Francesa, la toma de Bastilla y la ejecución del Rey de Francia, creía que estábamos haciendo historia, que ese era el primer día del resto de nuestras vidas, estábamos indignados y lo estábamos demostrando. Pero me equivocaba, ni plaza Catalunya, ni Puerta del Sol era Tharir, ni se decapitó (metafóricamente hablando) a ninguna cabeza política, ni de poder, ni nada de nada.
Días más tarde volví al plaza de Catalunya y me bajó de golpe la trempera emocional. La acampada del 15-M me recordaba más a la zona de acampada de un macro festival del tipo Monegros o al escenario resacoso del día después de una fiesta en una casa okupa, que al epicentro de una revolución.
Volví a cantar, pero esta vez hacia mis adentros y voz baja, “ Que no, que no, que no nos representan”. Con lo que explico no quiero decir que toda la gente que estaba en la plaza encajará en esta descripción, ni mucho menos. El movimiento seguía siendo muy heterogéneo y algunos de los puestos de las comisiones, seguían haciendo una gran labor de información y organización, pero se veían tapados por algunos que querían dar la nota y la dieron.
A pesar de las buenas intenciones del movimiento, a día de hoy un año más tarde, sigo viendo los mismos fallos y las mismas carencias en el 15-M, que cuando escribí “Inignados si, pero con cabeza”. En esta entrada ya comenté que la falta de liderazgo y la poca intensidad y claridad con la que llega a la ciudadanía las reivindicaciones del 15-M, está llevando al movimiento a la sombra y esa fecha quedará el imaginario colectivo como una anécdota en el calendario y no como lo que debió ser, un punto de inflexión en la historia de nuestro país.

Esconderse entre la multitud, al amparo del discurso de “el movimiento es del pueblo”, no da resultado, se necesitan portavoces, representantes, cabezas visibles y dejar de lado todo esa política de asambleas que sólo sirven como terapias de grupo para los que acuden a ellas, eso solo beneficia a los políticos y los medios de comunicación de corte fascistas que nos apodan a los indignados perros-flauta y cosas por el estilo.
Una vez se logre acceder a los cuadros de mando y la sala de máquinas de este navío llamado España, que va hacia la deriva, podremos cambiar el rumbo, pero mientras seamos polizones nuestro plan de actuación se ve mermado. Somos animales sociales y como tales debemos de ir todos juntos, eso si hemos de elegir si queremos organizarnos e ir en manada a por la presa o en rebaño cada uno a la suya y que sean otros los que nos envíen a sus perros para guiarnos hasta nuestros cercados. En nuestras manos está arrebatarle el bastón al pastor o seguir recibiendo garrotazos.
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