4 de noviembre de 2013

Compra-venta de seres vivos

"Temeroso de llorar frente a tantos extraños que no mostraban ningún signo de compasión o misericordia, el pobre muchacho se enjugó las lágrimas con las mangas. Se pagaron doscientos cincuenta dólares por él. Durante la subasta los gritos y lamentos provenientes de los barracones me partieron el corazón. Enseguida se llamó a una mujer por su nombre. Ella le dio a su hijo un último abrazo desesperado antes de dejarlo a cargo de una anciana y de manera mecánica se apresuró a obedecer el llamado; pero se detuvo, alzó los brazos, gritó y ya no se movió."

Elwood Harvey
“Hombres en venta” Virginia, diciembre de 1846 http://www.letraslibres.com

Este es el fragmento de una crónica de E. Harvey, titulada “Hombres en venta”, que relata una escena de una subasta de esclavos en Virginia. Este tipo de subastas era algo totalmente normal y que se asumía como una cosa natural en aquellos años. No obstante y afortunadamente, ese mercantilismo de seres humanos acabó siendo visto como lo que era, una barbarie, una injusticia y un ataque brutal a los derechos humanos.

A día de hoy este tipo de prácticas están afortunadamente extingidas, a excepción de las redes ilegales que comercian con seres humanos, sobretodo con mujeres para esclavizarlas sexualmente, que son perseguidas por la ley y duramente castigadas. A parte, la sociedad no acepta esta clase de aptitudes delictivas y le parecen repugnantes.

A ver que pensáis de esto:

“De repente entraron en la sala un hombre y una mujer, que le arrancaron de sus pechos al último de sus hijos que no tenía ni dos semana de vida, a pesar de todo Noa no era capaz de llorar. La tristeza le había bloqueado los sentimientos y solamente podía echarse en aquella montaña de paja que hacía servir de cama.Su relación con el resto de habitantes de aquella improvisada chabola construida en medio de un enorme jardín, era totalmente nula, estaban en celdas individualizadas y separados por una fuertes rejas.
Por la única persona que sentía algo de afinidad, era con la mujer que le llevaba la comida y el agua, pero no era una relación normal, más bien era como una consecuencia del síndrome de Estocolmo.
Pasaron aproximadamente seis meses y un día al abrirse la puerta no entró solo la mujer que le traía siempre la comida. Esta vez venía acompañada por un hombre y un macho fuerte y robusto que solo quería una cosa de ella. El hombre y la mujer jaleaban al macho para que hiciera lo que había ido ha hacer y a pesar del miedo que sentía Noa, el macho consiguió su propósito.
Meses más tarde nacieron 5 cachorros y durante un par de semanas Noa los amamantó como lo había hecho con sus anteriores camadas. Lamentablemente como también sucedió en el pasado, cuando los cachorros tuvieron entre una y dos semanas de vida, los apartaron de su lado y Noa volvió a quedarse sola en aquella cama hecha de paja.”

“La vida de Noa”. Lluís López 2013

Este es un relato totalmente inventado, pero que no se aleja mucho de la vida que tienen algunos perros en criaderos donde se comercia con seres vivos. Algunos de estos negocios lo hacen todo de manera clandestina, pero otros tienen todos los papeles en regla y ejecutan su actividad comercial según dicta la ley. Exactamente igual que pasaba con el negocio de los esclavos, todo era perfectamente legal.
Es posible que alguna de las personas que lea este artículo piense que soy un demagogo y que no se pueden comparar seres humanos con animales. No obstante, me gustaría recordar que hace menos de 100 años los hombres y mujeres de raza negra, no eran vistos por la sociedad en general como seres humanos igual que los hombres y mujeres de raza blanca.
En Estados Unidos, todavía en los años 50 y 60, habían lavabos para negros y blancos o en el autobus habían leyes y normas para que los hombres de raza negra dejaran sentarse a los blancos, hasta que Rosa Parks hizo cambiar la historia protagonizando una acción de desobediencia civil. Esto nos enseña que los que cambian, modifican o hacen las leyes deben de ser los ciudadanos en masa y no los políticos.
Por este motivo me gustaría que, aunque sea dentro de 100 años, alguien lea “La vida de Noa” y piense que eramos unos bárbaros, unos insensibles y unos incultos descerebrados, capaces de comprar y vender seres vivos, como si se tratará de una silla, igual que pensamos nosotros ahora de la gente que comerciaba con seres humanos y haga un pequeño paso para cambiar lo que hasta día de hoy se sigue viendo como algo normal.

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