Hace
ya demasiado tiempo, que el oficio de periodista está de capa caída.
Parece como si la figura del periodista estuviera cada vez más
ligada y cada vez más cercana al mundo del espectáculo que al de la
noticia y la información. Antiguamente, hace veinte o treinta
años, cuando una persona decía que era periodista, lo decía con la
boca bien grande y bien alto para que todo el mundo lo escuchara,
orgulloso de pertenecer a este ramo. Además era considerado por el
resto de la sociedad como un afortunado, como un intelectual. El
periodista, (igual que el maestro, el cura y ¿el alcalde?), sabía
leer y escribir, motivo por el que mucha gente le pedía que les
escribiera cartas para enviar a sus familiares que se encontraban
lejos y que les leyera las respuestas de las mismas.
El
periodista conocía los hechos noticiosos antes que la mayoría
de ciudadanos del pueblo, los recolectaba, los amasaba y los
servía en forma de noticia. También se le presuponía un talento
para interpretar, analizar y entender lo que había sucedido, lo que
estaba sucediendo y lo que podía suceder, gracias a su formación
académica y a la información de la que disponía.
Los
periodistas eran contadores de historias y algunos hasta eran
aventureros, cogían su libreta y se marchaban en busca de noticias e
historias que contar. Preguntaban, analizaban y luego transcribían
lo que habían visto, vivido o les habían contado, de una forma
sencilla y simple, para que todo el mundo lo pudiera entender y
asimilar.
En
los tiempos que corren todo, o casi todo, el mundo sabe leer y
escribir. Internet facilita el acceso a la información minutos
después de que algo suceda, independientemente de lo lejos que esto
haya sucedido. Hoy cuando dices que eres periodista o que te estás
preparando para serlo, rápidamente te colocan al lado de Belén
Esteban y el resto de frikis de moda de los shows televisivos como
¡Sálvame!, La Noria o basuras del estilo o te sitúan en un campo
de fútbol retransmitiendo un partido, como si fuera lo único que
puede hacer en nuestros días un periodista. Es más, el mundo del
periodismo parece haberse convertido en un escaparate mediático
donde informar de lo que sucede en el mundo ha pasado a un segundo o
tercer plano y donde el único fin aparente y lo único que parece
importar es ganar dinero, salir por televisión bien peinado, bien
vestido y codearse con la alta sociedad, ya sea del ámbito del
espectáculo, los negocios o los deportes. Pues les informo de
que eso no es periodismo, a pesar de que hay más de uno no lo
intente hacer creer.
Es
curioso que en la era de la información, el periodismo esté en
crisis y que estén cerrando tantos medios de comunicación y
redacciones y estén echando a tantos y tantos periodistas a la
calle. Aunque creo que lo que necesitamos en este momento es una gran
reflexión y un gran ejercicio de autocrítica. Si nos detenemos a
pensar fríamente porqué sucede esto, uno puede llegar a la
conclusión que es normal que se haya llegado a esta situación. El
periodista se ha transformado con el paso de los años, en un mero
transmisor de datos facilitados por las instituciones o por las
agencias de noticias.
¿Qué
sentido tiene enviar a un profesional a una rueda de prensa, en las
que a veces no se admiten ni preguntas, para explicar que ha dicho un
político? ¿Qué sentido tiene colocar a alguien delante de una
cámara o de un micro para leer el parte de un accidente que ha
redactado el gabinete de prensa de la policía o de una empresa? Por
esto el periodismo está en crisis, porque cualquiera con algo de
buena presencia, carisma y un poco de (enchufe) suerte, puede ponerse
delante de una cámara o un micro para leer un papel o traducir un
teletipo de una agencia de noticias.
Las
redacciones de los periódicos, radios y televisiones están
hoy prácticamente vacías o cerradas, porque últimamente
estaban llenas de gente sentada delante de un ordenador leyendo
teletipos, mails o webs de noticias y hablando de una ola de frío
sin sentirlo, escribiendo acerca de lo que sucedía a miles de
kilómetros con la misma frialdad que lo haría una máquina, que lo
único que hace es un cóctel de información utilizando la receta de
la pirámide invertida. Bajo mi punto de vista, las redacciones
deberían de estar desérticas durante gran parte del día y a última
hora, los periodistas que deberían llevar todo el día en la calle
recolectando información y buscando la noticia, regresarían a las
redacciones con los frutos de un duro pero provechoso día de
trabajo, aunque como siempre pasa en estos casos el poder del dinero
gana a la honestidad y buen hacer del oficio. Para cerrar este
artículo me gustaría compartir las palabras con las que Gabriel
García Márquez definió en una ocasión como se debería vivir y
sentir el oficio de periodista "ve, vívelo, regresa y
cuéntalo".
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